Con gran orgullo y a manera de un sencillo homenaje me tomé la libertad de escoger de cada uno de los poetas que me acompañan en el libro un texto para compartirlo con ustedes.
Espero que mi precario juicio de Editor no incomode a los autores.
AUGURIOS
En lo profundo
De la noche
Metálico
Un disparo presagia
Que tiempos duros
Se avecinan.
Las viejas,
Descuelgan sus rosarios
Y los desgranan
En sus manos
Rezando olvidadas
Oraciones.
Estos tiempos recios
Recuerdan haberlos vivido
En el dolor espina
Que dejan en el alma
Los muertos entrañables.
Carlos Augusto Pereira Martínez
OCIO
Leeré un poema cualquiera
Me incomoda pensar
Otra cosa diferente,
A encontrarme en estos versos
Despido este día
Que sin querer pasa
Después de caminar
Tras el féretro del tiempo
Después de tratar de
Interpretar los sueños
Después de buscar explicación
A la palabra de Dios
En el silencio,
Después de contemplar
La carrera de árboles
Al paso de mí humanidad
Prisionera de la velocidad
Después de observar
Mis uñas, mis pies, mi cabello
Después de leer en tus ojos
En tu boca, en tus manos
Mi nombre y recorrer tu cuerpo
Decidí desnudarme,
Despojarme de este día.,
Leer un poema,
Un poema cualquiera
Para luego saludar la noche.
Mariela Basto Hernández
Elegía del abdicario
A partir de éste momento
Me declaro en franca guerra
Contra las sábanas blancas que
En su abrazo de hilo
Retienen el húmedo perfume
De las ganas de la entrega
De los imperdonables encuentros.
Renuncio a la antigua manía
De ofrecerles mi destino
A los dioses obsoletos
De la impotencia, el temor
Y la cristiandad.
Decido remover el cemento bajo
Mis suelas,
Desandar con zapatos rotos
El rumbo polvoriento de mi suerte
Apretarle el cinturón al hambre
Y enfrentar este mar de asfalto
Con salvavidas de papel.
Golpear a dios en plena cara
Exigirle cuentas como después
De la derrota
Cuestionar el blanco estéril
De su vestidura
Porque el negro-eterno funeral aún
Nos convoca.
A partir de éste momento
Me declaro culpable
Y alimento el ego
Con la estupidez del mundo
Mientras amarro mis zapatos
Perfumo el mal olor
Y camino erguido a santa misa de siete.
Juan Francisco Remolina Caviedes