miércoles, 25 de abril de 2012

De voces, tiempo y soledades


¿Recuerdas cuando mirábamos por la enorme ventana de madera de aquella casa antigua donde vivimos nuestros primeros años?
Se nos iba la mañana entre juguetes de lata, apostando por  quien vería primero un carro azul pasar por la avenida, mamá casi llegaba, con sus manos de bananos dulces.

¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Por qué ahora estamos tan solos?

Con el tiempo nos convertimos en cazadores de sapos y lagartijas, para olvidar por un momento ese sonido que producen las tripas cuando hace días no tienen nada adentro, mientras el olor del pozo séptico nos agujereaba la nariz inundando todo a su alrededor.

Los sapos cuando se pudren tienen el mismo olor de las ratas muertas…olor a muerte vieja…a carne agusanada.

Y solo hay agua con azúcar para matar el hambre…lamento que sientas hambre, yo ya no lo hago, me eduqué en el asunto de no saber, de no sentir a los 8 años.

¿Recuerdas ese olor a incienso, a hierbas sin nombre?  

Habían imágenes de santos, esos que tenían marquito de madera y vidrio fino,  como cuidando el sueño de la anciana en aquella habitación pequeña, un alargado bulto bajo la colcha de colores se iba quedando sin aliento, mientras varias sombras negras salmodiaban plegarias en lenguas incomprensibles, sombras atadas a crucifijos sin fe.

¿Recuerdas? Sus párpados arrugados se fueron apagando, como las velas de la sala cuando están gastadas, de esa manera tan lenta, tan desesperante, tan sola.

¿Lo recuerdas, recuerdas siquiera su nombre? …
Dime Hermano: ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Por qué ahora estamos tan solos?

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